Hace unos días,
participaba en un programa sobre la mal llamada “Ley de Memoria Histórica” en
el que también estaba el representante de Ciudadanos Jordi Cañas. Vino a
sostener que, como la ley estaba en vigor y el Partido Popular no solo no la
había derogado sino ni tan siquiera modificado en aquellos puntos con los que
mostró su disonancia, no quedaba más que cumplirla. De sobra es conocida la
afición de Ciudadanos a pedir el cumplimiento de la ley, porque este es un país
en el que no se cumplen las leyes con el ejemplo clamoroso de lo que sucede en
Cataluña como estandarte. Lo que traducido significa que Ciudadanos es
partidario tanto de aplicar la sectaria en su redacción y más sectaria en su
aplicación “Ley de Memoria Histórica” como de no cambiarla.
Hasta hoy la posición
de Ciudadanos con respecto a la aplicación de la Ley ha estado sujeta a la
conveniencia política más que a otra cosa: a si me conviene o no me conviene.
De hecho en ocasiones los representantes de Ciudadanos se han abstenido en
alguna votación municipal o autonómica, a veces, creo recordar, han votado en
contra, ante las propuestas de la izquierda a partir de la ley o sobre la
retirada de tal o cual nombre. Pero ahora, colocándose al pairo del naufragio
socialista, el líder ha decidido poner fin al deshoje de la margarita para
pasmo de no pocos de sus representantes en las instituciones -sobre todo en los
municipios- que tiemblan ante las posibles futuras repercusiones electorales;
pero cuando el líder juega se dice amén y se le deja jugar.
Albert Rivera ha jugado
hasta donde ha podido a presentarse como el hombre moderado en esta cuestión, al
del sentido común, hablando, en sintonía con lo que piensan miles de españoles,
de que este es un tema que no interesa a la inmensa mayoría de los españoles,
etc. etc.; que es utilizado por la izquierda para tapar su falta de respuesta.
Un ejemplo claro de nadar y guardar la ropa producto del cálculo, dado que gran
parte de sus votantes proceden del sector centrista de la sociedad, en el que
hay votantes del PP o del PSOE, y de la atracción de la derecha del PP al
viento de su oposición rotunda a los separatistas en Cataluña junto con la idea
de aparentemente recentralizar el Estado -algo que empieza a resquebrajarse por
las piruetas de su adalid Inés Arrimadas-.
A Albert Rivera, como a
casi todo el que no es de izquierdas, le han llamado “fascista”, cosa que,
evidentemente, le pone de los nervios; le han comparado con José Antonio, en esto
hubo un tiempo en el que no sé si se dejaba querer de cara a la conquista de
los votos, dado que los descontentos en la derecha del PP no eran pocos y se
ven tentados con la abstención. A Albert Rivera solo le falta que le llamen
FRANQUISTA -aunque supongo que alguna ocasión también habrá acontecido-, lo que
sin duda le pondría más que histérico. Con un ojo puesto en las encuestas, con
otro mirando a la crisis del PSOE, con ambos suspirando por un futuro Macron y
soñando con hacer de él si el PSOE salta por los aires tras el resultado de sus
primarias o tras una debacle electoral, Albert Rivera ha decidido que ha
llegado el momento de alinearse con el “antifranquismo retroactivo”, ese con el que tantos no parecen saber vivir.
Lo ha anunciado a bombo
y platillo, Ciudadanos votará -quizás ya se haya producido la votación cuando
algunos lean este artículo- a favor de la Propuesta No de Ley socialista para
exhumar los restos de Francisco Franco del Valle de los Caídos. A Albert Rivera
como a otros, en realidad, Franco le importa un pito, pero quiere sacar
réditos, ganar votos a su izquierda. Sin embargo, por más que lo disfrace -que
lo disfrazará- a lo que se suma el líder de Ciudadanos es a la ideología guerracivilista, la misma que ha
denunciado él y otros de su grupo; a una propuesta que fue presentada por el
portavoz socialista en razón de que es intrínseca al ADN socialista, al “corpus
ideológico” del PSOE; aunque la razón de la presentación de la PNL es, en recio
castellano, el ataque de cuernos indisimulado del PSOE porque la izquierda
radical, encabezada por Garzón y Garzón junto con ERC, le ha robado la cartera
y se ha apropiado de uno de los estandartes del PSOE-rojo de Rodríguez Zapatero
cuya herencia reclama el señor Sánchez. Ahora el PSOE quiere recuperar el
liderazgo en el guerracivilismo con
el afán de tener algo radical con lo que disputar votos a PODEMOS -no olvidemos
que el portavoz es un hombre de Pedro Sánchez al igual que parte de la bancada
socialista- y, de paso, echar una manita
al candidato Sánchez en su camino hacia la Unidad Popular en su particular
cuento de la lechera. Naturalmente, tanto ERC como PODEMOS han visto clara la
jugada y han decidido llevar la PNL del PSOE más lejos, imponerle sus puntos de
vista y robarle una vez más la cartera, porque de lo contrario no apoyarán la
propuesta socialista y eso pondría de los nervios al portavoz socialista. Y ahí
ha llegado Albert Rivera, dispuesto a ir posicionándose en el área socialista,
aupado por el crecimiento en las encuestas, para, llegado el caso conseguir ser
el Macrón español. Pero el líder de Ciudadanos, debería preguntarle al
historiador Jordi Caños, una de las piezas clave del partido, por lo que le ha
pasado a no pocos “tontos útiles” de la izquierda desde los tiempos de
Kerensky.
Afirma Albert Rivera,
que o no se la ha leído o no la ha entendido si en realidad es coherente con lo
que suele pregonar, que si el PSOE no acepta las enmiendas de ERC y de PODEMOS
votará a favor de la PNL socialista. Pero esto lo hace porque está jugando a la
propaganda. Los votos del PSOE y Ciudadanos no dan para aprobarla, y sin ERC y
PODEMOS el invento se hundirá, pero él habrá conseguido, sin que tenga efecto,
volver a quedar como el político que alcanza acuerdos con el PSOE y con el PP,
porque después las cosas se olvidan. Frío cálculo pues del mercado político
como norte y guía, santo y seña de sus decisiones tácticas.
¿A qué se suma sin
embargo, el moderado, centrista y siempre legalista Albert Rivera? A una
propuesta que no solo plantea, con la idea de acosar al PP, la exhumación
ilegal -vulnerando el dictamen de la Comisión de Expertos que presidió el
socialista Jáuregui-, el asalto a una cripta y el robo de cadáveres, -todos
ellos delitos tipificados en el Código Penal-, pidiendo al gobierno que cometa
un delito y vulnere la ley, sino algo tan grave como establecer una “Comisión
de la Verdad” que, en consonancia con lo que es la ideología de la memoria, esa
que defiende el portavoz socialista como ADN del partido, nos va a obligar, con
censura y amenaza incluida, a que solo exista una opinión sobre el franquismo y
la guerra civil, que no se pueda contradecir y denunciar la “gran mentira” que
llevan décadas fraguando y que solo totalitariamente se puede imponer. Así pues
Albert Rivera, defensor de las libertades, se suma a una propuesta totalitaria
cuyo objetivo final es poner fin a la libertad de expresión transformándose, de
paso, en un vulgar asalta tumbas. Y es que, en definitiva, Albert Rivera está
dispuesto a todo, hasta a desenterrar a Franco, a cambio de unos votos. No
pocos deberían tomar nota y dejarle sin los votos.