A estas
alturas nadie ignora cómo Jorge VI se tuvo que preparar con un fonoaudiólogo
para anunciar la declaración de guerra a Alemania en 1939. Felipe VI, que
pronuncia mejor que su padre, no ha tenido que recurrir a este tipo de ayuda,
pero sí a un grupo de calculadores de la palabra.
Dejando a un
lado la interpretación del dictamen de lo sucedido (no podía decir otra cosa
Felipe VI salvo real tomadura de pelo) cabría recordar que el Jefe del Estado
no puede decir lo que quiera, que su discurso es fruto del acuerdo con el
gobierno, cuando no es el gobierno el que lo prepara. No voy a decir que el
Jefe del Estado haya dicho lo que al gobierno le interesaba, ni haya actuado
siguiendo sus intereses, pero... Analicemos:
a) El primer
destinatario del discurso -quizás el destinatario real- ha sido el denominado “nacionalismo
moderado”, “separatismo moderado” en realidad -amenazar a ERC o a la CUP es inútil-,
las “determinadas autoridades”. Por vía del Jefe del Estado el gobierno ha
reiterado la “amenaza” que llevamos oyendo meses y meses, que se les aplicará la
legalidad si no abandonan su idea de proclamar la independencia. Sin mención
directa algunos han interpretado que es el apoyo del rey a la aplicación del
155. Y los españoles se preguntan: ¿cuándo? ¿es solo una amenaza sin voluntad
de aplicación?
b) El segundo
destinatario han sido los españoles que se están cabreando para que se estén
quietecitos, no salgan a protestar, no se desmanden, que estén tranquilos..., o
salgan cuando se les movilice convenientemente controlados, con el guiño medido del “no estáis solos”.
Pero en esto también coincide con los intereses de un gobierno que comienza a
temer que se produzca una ruptura entre el PP y una parte de su electorado que
es necesario, como en otras ocasiones, reconducir. Eso sí, ni una palabra de
apoyo para los que defienden esa legalidad con uniforme (¡Hasta ahí podríamos
llegar!); que son los que tendrán que aplicar, con violencia, esas medidas que
Felipe VI sugiere que se adoptarán si se llega a esa situación límite que
tampoco se ha precisado cuál es en el discurso.
c) Lo más
inquietante, entre líneas, es, en consonancia con el gobierno, esa insistencia
en que todas las propuestas caben dentro de la Ley, hasta defender la
independencia y supongo que la república; que la Constitución y el Estatuto son
y pueden ser la garantía de las instituciones históricas de Cataluña. Frases en
las que se encierra la oferta de diálogo si abandonan la declaración de
independencia que se anuncia para este fin de semana, pero con el mismo límite
que establece por ahora el gobierno: que el derecho a decidir es de todos los
españoles (lo que no aceptan ni los de Puigdemont, ni los nacionalistas, ni
ERC, ni IU, ni el BNG, ni Colau y el mariachi podemita, ni la CUP...).
Naturalmente
no iba el Jefe del Estado a disentir de la interpretación oficial de que lo que
se está produciendo es un ataque a la democracia, cuando en realidad lo que se
está produciendo es un ataque a la unidad de España con la que el rey afirma
encontrarse comprometido.
Pero, ¿por qué ha salido Felipe VI hoy sabiendo que va a unir su suerte al éxito, fracaso o empate de Mariano Rajoy? Básicamente por cuatro razones: primera, porque la neutralidad de poco le sirve a la Corona cuando una maniobra amplia tiene como objetivo implantar la República en un camino no muy distante al proceso de abril de 1931; segunda, porque el gobierno está viendo cómo Pedro Sánchez está cambiando de bando para sumarse a la operación republicana y necesita un refuerzo dado que el PSOE no es un todo monolítico (Pedro Sánchez había sido acusado poco antes de deslealtad); tercero, porque es el único recurso que le quedaba en la recámara al gobierno para intentar desactivar la inminente declaración de independencia para ganar tiempo y que el Parlamento catalán ante la amenaza opte por convocar elecciones plebiscitarias; cuarto, porque en función de lo anterior mañana podría ser peor que hoy.
El problema
es que para nacionalistas, separatistas, izquierdistas diversos,
anticapitalistas y demás, Felipe VI no es el Jefe del Estado sino un cero a la
izquierda al que quieren enviar al exilio.